La única diferencia real entre los huevos blancos y marrones es la raza de la gallina; otros factores como sabor, valor nutricional y textura no dependen del color de la cáscara. La preferencia de los consumidores suele estar ligada a costumbres, estética y percepciones, no a ventajas nutricionales.
En el mundo de la alimentación, suele circular la idea de que el color de la cáscara de un huevo determina su sabor o valor nutricional. Sin embargo, los expertos señalan que la diferencia fundamental entre un huevo blanco y uno marrón es puramente genética: depende de la raza de la gallina que lo puso. Las cáscaras pueden ser blancas o marrones, y en algunas razas se observan otros matices, pero esas variaciones no implican cambios significativos en la composición nutricional, el contenido de grasa o la cantidad de proteína.
Factores que sí pueden influir en el sabor y la calidad de un huevo son la alimentación de la gallina, su salud, el ambiente en el que se cría y la frescura del huevo. El tamaño del huevo puede variar entre razas y condiciones de crianza, pero no está determinado por el color de la cáscara.
La percepción de sabor a menudo está teñida por factores culturales, la procedencia del alimento y la forma en que se comercializa. Por ello, la preferencia por huevos blancos o marrones puede responder a hábitos estéticos, a la confianza en la marca o a la familiaridad del consumidor, más que a una ventaja nutricional.
Para quienes buscan información práctica, los nutricionistas recomiendan centrarse en la frescura, la procedencia y la calidad de la crianza, en lugar del color de la cáscara. Un huevo fresco y de origen confiable suele brindar mejor experiencia sensorial y seguridad alimentaria, independientemente de si es blanco o marrón. #HuevosBlancosOMarrones

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