La decisión de forzar el congelamiento de precios de alimentos como mecanismo para contener la inflación se traduce en «reduflación»

Sin un plan integral en materia monetaria y fiscal, es cuanto menos polémica en un país que no ha logrado controlarla durante mucho tiempo.

Y es que esperar resultados diferentes con la repetición de fórmulas utilizadas a lo largo de los últimos años parece un camino equivocado.

Si hay algo para lo cual los argentinos tienen una gran experiencia es para navegar las aguas turbulentas de las crisis económicas y convivir, lamentablemente, con situaciones que en el exterior suponen excepcionalidades.

Claro que ello no implica que la fórmula para superarlas esté por estas tierras. Es más, muchas veces parece todo lo contrario y la inflación es un ejemplo de ello.

¿ Qué es la reduflación?

Como fenómeno económico global, la inflación puso a los directivos de multinacionales y compañías estadounidenses ante la necesidad de extremar la imaginación para afrontar la suba de costos sin perder clientes. 

Algunas empresas disminuyen la oferta de servicios. Otras discontinúan líneas, reducen el tamaño de sus productos o, en el mejor de los casos, alientan la posibilidad de comprar una porción menor, si es factible, para minimizar desperdicios y, de paso, ahorrar algunos dólares.

Allá, las empresas apelan a la «reduflación» (shrinkflation), el término con el que los medios anglosajones denominaron a la estrategia surgida tras la crisis de 2008 y que vuelve a tomar impulso hoy cuando el índice de precios en Estados Unidos trepa al 8% anual, su máximo nivel en 40 años.

Se trata de sostener la actividad y resguardar patrimonio hasta que la Reserva Federal y la Casa Blanca logren encarrilar el rumbo. Lo mismo que le piden las empresas al gobierno de Alberto Fernández, que hoy las pone en la mira a la hora de buscar razones para una inflación que vuela por encima del 50% anual.

ajuste de precios

Aquí, el camino de la reduflación ya se transitó hace tiempo y las empresas afrontarán ahora otro ajuste, el que las obligará en las próximos días a retrotraer hasta dos meses los precios de múltiples productos, pese al incremento reiterado de costos, tales como los de logística por el aumento del 10% en los combustibles, entre otros precios que componen una inflación que cerrará el primer trimestre con un alza cercana al 14%.

Y que proyecta tanto un tiempo de conflictividad gremial en la negociación paritaria, como una pérdida de poder adquisitivo para el sector pasivo y beneficiarios de planes sociales, ya que las jubilaciones y AUH se pagan en relación a la nominalidad del período anterior. Y hasta una enorme dificultad para el Banco Central de alcanzar las tasas reales positivas que plantea el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

En definitiva, tanto la política de congelamiento como el acuerdo de precios y salarios que sigue en lista de espera, serán herramientas insuficientes si no hay una estabilización desde lo monetario y lo fiscal que logre coordinar expectativas inflacionarias hacia la baja. Algo para lo cual se necesita una credibilidad que el Gobierno aún debe construir.Temas relacionados.

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