El libertarismo como corriente política se inició a mediados del siglo XVIII y se extendió hasta los primeros años del siglo XIX en Europa, época en la cual pensadores como el francés Montesquieu, el inglés John Locke o el escocés Adam Smith comenzaron a cuestionar la creencia de que un grupo de personas pueden imponer sus deseos sobre otras.
Según la Universidad de Barcelona, «los libertarios mantienen los valores liberales clásicos: individualismo, libertad económica y defensa del mercado con mejor orden para la asignación de recursos y la concepción de Estado policía». En tanto, el filósofo estadounidense Jason Brennan, escribió que «los libertarios creen que el respeto por la libertad individual es el requisito central de la justicia. Creen que las relaciones humanas deben basarse en el consentimiento mutuo. Los libertarios abogan por una sociedad libre, de cooperación, tolerancia y respeto mutuo».
En este sentido, el libertarismo combina la capacidad del individuo para incidir en un sistema económico con la reivindicación de la fuerza organizativa del mercado en la economía nacional.
De todas maneras, en lo económico, Milei posee inspiración en la Escuela Austríaca, de la cual nace la idea de que la única forma de entender los fenómenos sociales es a través de la comprensión de las acciones individuales.
Entonces, esta idea política busca hacer justicia social mediante el laissez faire («dejen hacer, dejen pasar», en francés) en el terreno económico, es decir, implementar un sistema económico sin la intervención del Estado. Al tener como base el individualismo, esta corriente considera que los propios individuos son los que se unen para crear un sistema de cooperación.
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